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José Ángel Suárez, director de un centro de secundaria de Vigo, que como muchos, estaba esperando esta Ley, nos habla de los beneficios que, a su juicio, nos podría aportar, ya que piensa que los profesores han perdido autoridad con el paso de los años, y con esta Ley se tiene la oportunidad de recuperarla. Esto supondría que los alumnos tuvieran una conducta basada en la disciplina que impusieran los profesores, y en el caso de haber alguna disputa grave, el docente sería el que tendría “la última palabra”, como en el modelo punitivo, al que se ha hecho referencia anteriormente.
También influiría en la vestimenta de los alumnos, donde no se permitirían ciertas “extravagancias”.
En mi opinión, creo que todo esto es un paso hacia atrás en la enseñanza, ya que los alumnos deberían conservar su libertad de expresión, forma de vestir, etc., respetando siempre unas normas de conducta. Por lo tanto, el docente tendría que ser una figura guía para los alumnos, que está a la misma altura que ellos, por lo que debe haber respeto entre ambas partes, y no imponer sus normas, haciendo referencia a lo que comenta Alba Nogueira López, profesora de derecho administrativo (además de madre y presidenta de un AMPA), que no está para nada de acuerdo con esta Ley, ya que le parece demasiado conservadora, y a la vez priva de muchos derechos a los alumnos y no piensa en ellos como futuros ciudadanos a los que hay que educar en valores. Además,
Según Jesús Robles, director del Centro de Reeducación Sto. Anxo, donde trabaja con adolescentes que tienen problemas con la autoridad, la forma de educar a los alumnos es inculcándoles unos valores, compartiendo actividades, estar más con ellos, conocer su nombre y la raíz de sus problemas. Es lo que se debería hacer en todos los centros desde edades tempranas; no limitarse a dar la lección y marchar, sino saber más allá, siempre contando con la ayuda o el apoyo externo.
Este centro tiene ciertas similitudes con la educación que se lleva a cabo en el colegio O Pelouro, donde se piensa que “la autoridad es el diálogo”; el profesor no es un agente de transmisión, sino de participación. Todos y cada uno de los que participan en este proyecto, se ayudan unos a otros, y a la vez que aportan sus conocimientos, también los reciben.
Para concluir, creo que el método de enseñanza educativo debería ir en la línea de este sistema, donde los alumnos aprenden unos valores morales y a “enfrentarse al día a día”. Entre todos debemos de intentar que la metodología tradicional de las escuelas cambie, y ya que nosotros mismos no hemos podido aprender de esta forma, hacer que nuestros futuros alumnos tengan ese derecho.
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